VAGAMUNDO O LO CULTO, POPULAR.
Santiago Auserón
Santiago Auserón y la Orquesta de Córdoba transforman en sinfónicos clásicos de Juan Perro y Radio Futura en una noche de sonoridad poética.
“Disfruta del evento, amable espectador, tal y como yo mismo pienso hacerlo”. No tenía fácil Santiago Auserón cumplir el deseo que escribía en el programa de mano de Vagamundo, el concierto que protagonizó anoche en el Gran Teatro vistiendo sus versos de sonoridad sinfónica junto a la Orquesta de Córdoba. La empresa era arriesgada. Mucho. Pero se antojaba como una bifurcación más en el riquísimo camino de un clásico popular. Un músico explorador que ha sabido respetarse a sí mismo durante treinta años. Y vaya si disfrutó sin disimulo de un concierto en el que dejó una nueva estela sonora. Tanto, como las “señoras y señores” del respetable entre los que desató las mismas pasiones que si hubiese venido con bajo, guitarra y batería.
Para empezar, la ceremoniosidad de la pajarita le duró poco al cantor. La pose rockera delató a Auserón ya en la obertura del primer tema, Río negro. Su voz llegaba limpia envuelta por la concha acústica, navegando sin estridencias por el mar de cuerda, viento, metal y percusión. Aunque unos cuantos ensayos más del cantante con la orquesta hubieran venido de maravilla para pulir un tono clásico que a veces se le iba al callejero, con toda la naturalidad de décadas de conciertos no sinfónicos. El viaje no pudo tener un repertorio mejor elegido para entender el camino sonoro andado por Auserón.
Continuó por la producción más lírica de Juan Perro, territorios pastoriles y bucólicos (Duerme zagal, El mirlo del pruno o El carro), junto a otros intimistas (La misteriosa, No más lágrimas, Obstinado en mi error), que a ratos lo convertían en un crooner lleno de swing y otras lo llevaban a la más pura tonadilla escénica. El cantor demostró cómo es posible pasarlo muy bien con una orquesta, interpretando las canciones en el sentido más amplio del término, llenando la escena de poses pintureras y falsetes.
Radio Futura hizo acto de presencia con el poema de Edgar Allan Poe Anabel Lee, que dejó de ser gótico dulcificado por la orquesta. Hubo visita a su amada música popular cubana (Fonda dolores), y puso punto y final con La negra flor y El canto del gallo para recordarnos cómo la música popular española contemporánea puede avistar paisajes lejanos a la banalidad y desenterrar la calidad del subsuelo.
Radio Futura hizo acto de presencia con el poema de Edgar Allan Poe Anabel Lee, que dejó de ser gótico dulcificado por la orquesta. Hubo visita a su amada música popular cubana (Fonda dolores), y puso punto y final con La negra flor y El canto del gallo para recordarnos cómo la música popular española contemporánea puede avistar paisajes lejanos a la banalidad y desenterrar la calidad del subsuelo.
Reverencias para los arreglos de las canciones transmutadas en clásicas de Amparo Edo Biol; para el guitarrista Joan Vinyals; para un director que estuvo a la altura, Ricardo Casero, dirigiendo a público y orquesta; y para la formación musical, un regalo para la ciudad que guarda en las respectivas cajas de resonancia de sus músicos la sabiduría y universalidad que palpitó en Córdoba alguna vez. Su acercamiento sin conflictos a la música popular en conciertos como el de ayer da sentido a muchas cosas. A la utopía de que lo culto sea popular.
Crítica de Marta Jiménez para Cordopolis.
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