miércoles, 17 de enero de 2024

cronica de un conciertazo...por "anaqueles abarrotados"

 


La expectación por el arranque de la nueva gira de Coque Malla estaba por todo lo alto por varios motivos: por tratarse de su regreso a los escenarios tras un voluntario parón de un año, por llegar respaldada por un lúcido, sólido y complejo disco cuyas letras y tono se dirigen directamente a la cara de la insoslayable muerte y porque, además, hacía pocos días había revelado en redes que un accidente le iba a obligar a inaugurar el Aunque Estemos Muertos Tour lastrado por una bota ortopédica en su pierna izquierda. Las entradas para el show en el zaragozano Teatro de las Esquinas llevaban tiempo agotadas y Coque había afirmado que, a pesar de verse obligado a actuar sentado durante todo el concierto, el espectáculo iba a desarrollarse tal como estaba concebido desde un principio, sin escatimar repertorio ni ahorrar energía. Y este animal de escenario, forzosamente amarrado a una silla que parecía quemarle como si fuera una fiera enjaulada, cumplió lo prometido y ofreció un concierto memorable. La juventud parece no pasarle de largo en su madurez y, a pesar de percances con el quinto metatarso, sigue brindándonos finales felices.

Mientras se acercaba la hora de los gigantes las máquinas de humo hacían su labor previa en el Teatro de las Esquinas y una selección de piezas clásicas orquestales y de cámara recibía al público que llenaba la pista del recinto y las butacas del anfiteatro. Pasadas las nueve los músicos tomaron posiciones en el escenario. La atmosférica introducción que abre su nuevo disco convocó a Coque Malla que, recibido con una rotunda ovación, hizo su entrada apoyado en dos muletas. Una vez acomodado en una silla con una Les Paul Gold Top y con el pie accidentado sobre un cojín, se lanzó sin miramientos a por la sombría y contenida Bailo con los muertos, canción que abre el nuevo disco y cuya vibrante magia reside precisamente en su magnética capacidad de mantener en vilo sin llegar a, digamos, explotar. La energía terminó por liberarse con el rockero riff de Místico, segunda canción del disco que fue espléndidamente recibida y acompañada por las palmas de un público abiertamente cómplice. Al final del tema Coque nos provocó con un «¡ruge, Zaragoza!«. Y Zaragoza rugió.

Después de bromear pidiendo «un aplauso para la pierna» se confesó arrepentido por haberse autoimpuesto un año apartado de los escenarios tras culminar en diciembre de 2022 en el WiZink Center la gira «El viaje del astronauta gigante», propiciada por la publicación de una estupenda y quíntuple caja recopilatoria

Que las dos primeras canciones del concierto fueran precisamente la primera y segunda del disco Aunque estemos muertos parecía evidenciar la firme apuesta de Coque Malla por el repertorio de su nuevo trabajo. Así lo confirmó al anunciar, solicitando el innecesario y pre-concedido permiso del público, que pretendían interpretar el disco completo y en su mismo orden, para no romper el clima y la atmósfera sonora conseguidos en la grabación. «Olvidaos un rato de los móviles», sugirió, «y disfrutad de estas nuevas canciones, que luego habrá también tiempo para hacer las de las bodas y comuniones… y las de Los Ronaldos«.

De esta forma, y con entusiasta recepción por parte de un público muy bien dispuesto hacia el material más reciente, sonaron El saco de los sueños y la canción que da título al disco, con la banda demostrando gran solvencia en el acompañamiento vocal impulsada por el potente latido de la batería de Gabriel Marijuán y el bajo de Héctor Rojo.

Con los ojos vendados y desatando toda su teatral gestualidad abordó Coque Malla la profética y desalentadora Bla, bla, bla. Desde la pista un espontáneo grito de «¡artistazo!» celebró su apasionada interpretación, a lo que Coque respondió generosamente pidiendo un saludo y un aplauso para la banda porque «ellos han hecho la magia». Aprovechó entonces para presentar a Amable Rodríguez a la guitarra, Héctor Rojo al bajo, Gabriel Marijuán a la batería y David Lads en los teclados.

¿Volverá? brilló adornada con un solo de guitarra de Amable Rodríguez (que sorprendentemente tenía sus pedales de efectos al alcance de la mano sobre un atril) y con el acompañamiento de palmas del colaborador público, antes de que Baila en la oscuridad redujera algo la intensidad y nos diera una pequeña tregua que pronto quedó rota por una enérgica coda guitarrera.

A continuación llegó la estimulante Como los gatos salvajes, con sus irresistibles aires de country y vals sazonados de blues. Abrazado a una Gibson 335 roja Coque nos condujo de vuelta al hogar a través de los tejados y por embarrados cruces de caminos, nos enfrentó de nuevo a la muerte y nos provocó, en esta ocasión, con un «¡maúlla, Zaragoza!». Y Zaragoza maulló.

La contundente batería de Gabriel Marijuán y la distorsión de las cuerdas dotaron de oscura densidad a El dragón, aunque lamentablemente en los momentos más bellos y reposados entre estribillos se imponía el murmullo de esa pequeña (pero molestísima y desconsiderada) porción de público despistado que nos estamos acostumbrando a sufrir en muchos conciertos. La aparentemente ligera y optimista Como la mañana nos trajo ese atisbo de luminosidad y esperanza que se antoja ausente en el disco, pero también nos dio el coup de grâce con ese tormentoso final instrumental que rezuma tensión emocional.

Con un «¡podemos vivir aunque estemos muertos!» y un exultante «¡gracias Zaragoza!» terminó Coque Malla el exhaustivo repaso a un disco tan sobrecogedor y reflexivo como sugerente y seductor, que transita por la oscuridad para hacernos encarar sin desespero pero con sensatez el inevitable epílogo.

Llegó el momento para recorrer caminos más cómodos y, aunque si bien no tan intensos, también plenamente disfrutables. Un rasgueo sobre acústica y las escobillas acariciando los tambores introdujeron La señal, canción que abría el excelente LP El último hombre en la tierra, que fue rápidamente reconocida y celebrada por el público.


Llegó a continuación el adictivo estribillo de No puedo vivir sin ti, una canción de múltiples vidas a la que celebramos sumar, cada noche de concierto junto a Coque Malla, una más. Con los ánimos bien arriba y el público rendido, los músicos abandonaron el escenario y Coque pidió a Zaragoza «un rugido para ellos». ¡Y Zaragoza rugió de nuevo!


Solo en el escenario bajo un foco vertical, contó divertido como un tal «Benito» le había criticado en las redes sociales por interpretar en alguna ocasión partes del repertorio sobre una banqueta, elucubrando sobre qué pensaría el tal Benito si lo viera esta noche haciendo todo el concierto sentado. Recordando «aquellos tiempos de garito en garito cuando nadie venía a verme», ofreció un par de canciones acompañándose únicamente de su guitarra. Desnudas y cercanas, pero sin rebajar vigor, sonaron Berlín y los irresistibles aires de ranchera de Hace tiempo. Culminó Coque Malla esta última apartando el micrófono y derrochando voz a pelo y a corazón abierto. Saludo en pie con la guitarra en alto, expresión de felicidad, merecida ovación.

El último hombre en la tierra arrancó con la voz de Coque acompañada por el piano de David Lads, a los que se unió la banda en un epatante crescendo eléctrico que nos llevó hasta el necesario recuerdo a Los Ronaldos. La nostalgia bien entendida y el desahogo más enardecido se desataron al reconocer el público con los primeros acordes la imbatible dupla que conformaron el funky desbocado de Adiós papá y Por las noches, con solo de Amable Rodríguez la primera y con solo del propio Coque Malla («¿ahora me toca a mí», exclamó) la segunda. Dos himnos que convirtieron a Los Ronaldos y Coque Malla en el eslabón perdido entre las promesas de la movida madrileña y el indie germinal. En ocasiones Coque parecía olvidarse de su lesión, marcando el ritmo con el pie roto y dejándose llevar por esa contagiosa y feliz comunión entre artista y público que hace memorable un concierto. El alma negra de Un lazo rojo, un agujero calentó aún más el ambiente, con el bajista Héctor Rojo salvando la papeleta de trenzar su voz con la de Coque en el rap que en la grabación original compartió con Kase-O. Hasta la última fila del anfiteatro estaba en pie, y así siguió mientras reclamaba el regreso de Coque Malla y su banda cuando estos salieron para el consabido ritual de hacerse querer antes de la tanda de bises.

De vuelta bajo los focos y con Coque armado con una baqueteada y robusta Esquire (¡desde aquí nuestro agradecimiento al avezado ojo identificador de guitarras de Fernando Rickenbacker!), encadenaron los dos primeros extras sobrados de energía, Solo queda música y Guárdalo con amor, antes de pedir un último aplauso y otro rugido para la banda. «Porque sin ellos (dijo refiriéndose a Aunque estemos muertos) no habría sido posible hacer un disco tan especial». Y Zaragoza aplaudió… ¡y volvió a rugir!

Terminó el concierto con la delicada y exquisita Me dejó marchar y la categórica afirmación de que «volverán los días felices… no sé cuando… ¡pero un día volverán!».

El de la noche del pasado sábado 13 de enero lo fue, desde luego, A pesar del percance que obligó a Coque Malla a iniciar su nueva gira recurriendo a una silla y de la sombría clarividencia que atraviesa su último disco, en el Teatro de Las Esquinas brilló la luz y la felicidad fue la sensación dominante. Un frontman lastrado por un accidente pero que parecía flotar sobre su asiento olvidando el dolor y el estorbo de una bota ortopédica, una banda con una fuerza y empuje que fascinan, un repertorio tan valiente como placentero, y la complicidad y entrega de un público con hambre de buena música y textos con peso. El día que Coque Malla se desprenda del lastre y pueda volver a devorar el escenario promete ser grandioso.

De pie con la muleta en alto, parecía no querer abandonar el escenario del Teatro de las Esquinas mientras sonaba una apropiada recording de Always look on the bright side of life de los Monty Python. El triunfo, a pesar del riesgo, había sido evidente. Una noche para el recuerdo, de las que dejan huella. En el público e, imaginamos, también en el artista.

Fue, sin duda, el primero de todos los venideros finales felices. ¡Rujamos y maullemos por ello!

fuente:https://anaquelesabarrotados.com/2024/01/16/aunque-estemos-muertos-coque-malla-nos-hace-rugir-y-maullar-y-volver-a-rugir/


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